El uso de insectos como un ingrediente más en la alimentación humana y animal tiene como base su riqueza en los nutrientes mayoritarios, que podría competir con los tradicionales. Sin embargo, el desarrollo del consumo de insectos choca directamente con la aceptación de los propietarios.
El incremento de la población mundial, su actual modo de vida en los países desarrollados y el incremento de la superficie ganadera (casi el 70 % del terreno agrícola) plantea ciertas dudas sobre la sostenibilidad del planeta. La creciente demanda de fuentes proteicas destinadas a la alimentación no deja de ser motivo de preocupación considerando la competencia por este nutriente entre los animales de abasto y el consumidor (humano). Todo ello, sin considerar el impacto ambiental de las emisiones ganaderas y el efecto invernadero. Por otra parte, solo en la Unión Europea (UE) se generan anualmente 90 millones de toneladas de residuos alimentarios procedentes de los hogares, distribuidores y la industria del sector (figura 1).
Esta situación ha determinado que se busquen nuevas fuentes alternativas de proteína que aseguren la seguridad alimentaria. El consumo de insectos como alimento está descrito desde hace milenios; sin embargo, desde hace poco menos de diez años, su interés como ingrediente base ha ido en aumento. Actual-mente se cita una cifra superior a las 2.000 especies de insectos que son consumidas por algunos animales salvajes y por los humanos, a pesar del rechazo que generan al consumidor.
Características nutricionales de los insectos
La gran variedad de especies, sexo, etapa del desarrollo, características del sustrato de crecimiento y las condiciones medioambientales de producción dificultan establecer unos valores estandarizados. En la tabla 1 se expone un ejemplo del contenido en proteína y grasa de dos especies en diferentes estadios de desarrollo. A pesar de estas diferencias, en general suelen tener un alto contenido en energía, proteína, aminoácidos, ácidos grasos, vitaminas y minerales. De las múltiples especies de insectos, actual-mente en la UE se comercializan como pet food los grillos, saltamontes y langostas y los gusanos de la harina. Su presencia como mate-ria prima en los alimentos comerciales no está muy extendida, suelen ser el tercer ingrediente mayoritario en la lista de ingredientes (al 10 %) y su precio medio es inferior a los 10 €/kg, dependiendo del tamaño del saco.
Energía
Las calorías aportadas cambian dependiendo de la especie de insecto, con valores que van desde las 674 kcal/kg en el caso del gusano de seda a las 2.747 kcal/kg en el del gusano de la cera, todo ello comparable a la energía de la carne de ternera (2.822 kcal/kg) o de pollo (2.430 kcal/kg) (tabla 2).
Proteína
Su concentración es tremendamente variable, con valores que van del 7 al 95 % -con un nivel medio superior al 50 %- y una digestibilidad del 90 %. Todos estos valores son muy similares a los de los productos cárnicos de origen animal. En concreto, los grillos, saltamontes y langostas son los de mayor contenido en proteína (tabla 3). Además, su contenido en aminoácidos es superior a las recomendaciones de las publicaciones científicas y de los organismos independientes (FEDIAF o AAFCO), aunque hay diferencias respecto a algunos aminoácidos y la especie de insecto. Desde el punto de vista de la calidad de la proteína para las mascotas, se observa que la combinación de los azufrados (metionina-cisteína) representa el primer aminoácido limitante, seguido del triptófano. Es importante recalcar que no poseen taurina, beta sulfoaminoácido esencial en los gatos y condicional en algunas etapas de la vida de los perros.
Grasa
Es el segundo nutriente en importancia, con unos niveles medios del 25 % según la especie (escarabajos) y desarrollo (larvas) y ricos en ácidos grasos poliinsaturados. Por tanto, aportan ácidos grasos esenciales omega 3 (ác. α- linolénico) y omega 6 (ác. araquidónico), tan necesarios para la salud del perro y el gato.
Carbohidratos y fibra
En general, la concentración de carbohidratos es cercana al 10 %. Uno de ellos es la trehalosa, disacárido presente en la sangre de los insectos cuya función principal es el aporte de calorías. Los cánidos sí tienen actividad trehalasa para degradar este azúcar y obtener energía, por lo que su consumo puede ser interesante en pacientes obesos prediabéticos. Sin embargo, en los gatos la actividad de esta enzima es inexistente, al igual que en la especie humana. Respecto a la fibra, aportan también un 10 %, sobre todo en su exosqueleto, aunque gran parte de ella es indigestible (quitina). Las enzimas responsables de la degradación dependen de la adaptación a este tipo de dietas; en los países donde se comen insectos de manera habitual los mamíferos pueden utilizar este tejido. Los cambios se producen a nivel molecular, aunque se precisan mayores investigaciones científicas que nos indiquen qué ocurre en el perro y el gato.
Vitaminas y minerales
En el caso de los minerales, los resultados varían según la disponibilidad para el orga-nismo, la especie de insecto y el tipo de mineral. La principal limitación para su empleo es que son muy escasos en yodo y calcio ya que estos dos minerales no son necesarios para los invertebrados. Sin embargo son una buena fuente de zinc y hierro, y en menor medida de cobre, magnesio y manganeso. Respecto al contenido en algunas vitaminas, en el caso la vitamina A, E, D, tiamina (B1) y cobalamina (B12), los niveles detectados en los insectos no llegan a cubrir el 30-50 % de las recomendaciones para perros y gatos.
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